Cada vez hay más consumidores en Euskadi que se interesan por los alimentos que consumen. Forman parte de lo que los sociólogos denominan el ‘consumidor reflexivo’; ciudadanos que se cuestionan las actividades que hacen a diario. Tienen dudas sobre las afirmaciones establecidas acerca de determinados alimentos o ingredientes, y hacen un esfuerzo en tiempo o en dinero para poner en práctica sus convicciones. Así, encontramos a consumidores que no consumen alimentos cárnicos, que compran productos frescos en mercados de agricultores, que se agrupan con otros para abastecerse de productores locales, que evitan alimentos que contengan ciertos aditivos, o que forman una asociación para consumir alimentos procedentes de la agricultura ecológica. Las razones que motivan su comportamiento son variadas: creen que con su elección mejorarán su salud, sienten más confianza en lo que van a comer cuando lo compran a alguien que conocen, o quieren reducir la contaminación ambiental que está generando la agricultura convencional o el transporte de alimentos desde largas distancias (los ‘alimentos kilométricos’).
Las asociaciones firmantes de este artículo están formadas por personas que damos importancia a que los alimentos hayan sido cultivados y elaborados según las normas de la agricultura ecológica. Se trata, de manera resumida, de una agricultura que no emplea productos químicos de síntesis para producir alimentos. Pensamos que son mejores para nuestra salud y para el medio ambiente. Estas asociaciones también damos importancia al origen del alimento, dando prioridad al de procedencia local. En estos momentos ya somos casi 3000 las familias que estamos en alguna de las asociaciones existentes y, en estos años de crisis, seguimos creciendo.
Somos contrarios a los alimentos transgénicos; a los que contienen ingredientes que proceden de cultivos en que se han empleado semillas modificadas genéticamente. Y estamos en contra porque existen evidencias de los efectos negativos que tienen sobre el medio ambiente, la salud, y la agricultura familiar. Pensamos que es una tecnología que aporta más riesgos que beneficios.
La presencia de alimentos transgénicos nos afecta de manera especial a quienes hemos optado por consumir alimentos ecológicos, porque en aquellas zonas donde se ha extendido el cultivo transgénico se ha reducido el cultivo ecológico. En Navarra, por ejemplo, agricultores que habían sembrado semilla ecológica se han encontrado que al crecer la planta se ha polinizado con otra transgénica del entorno y que, cuando han llevado a vender su cosecha, les han dicho que no se la pueden comprar como ecológica por tener una parte de transgénico. Como nadie indemniza a estas personas por las pérdidas económicas, los agricultores ecológicos van desapareciendo. Los hechos nos han demostrado que la coexistencia de los cultivos transgénicos con otras formas de cultivo no es posible y que, por tanto, algunos agricultores no pueden ejercer su derecho a cultivar en ecológico. Desde este punto de vista, nos parece una buena noticia que la extensión de maíz transgénico sembrado en Navarra haya seguido una tendencia descendente en los últimos tres años.
La llegada de los transgénicos no sólo ha dificultado la producción ecológica, sino que ha encarecido los precios de los alimentos, pues para tener seguridad de que nuestros alimentos no tienen ingredientes transgénicos, tenemos de pagar los controles necesarios para garantizar su trazabilidad. La coexistencia es tan imposible que hasta la ley permite que en un alimento ecológico se de una presencia de hasta de un 0,1% de contaminación transgénica sin necesidad de informar en la etiqueta.
El deseo de no consumir alimentos transgénicos es algo legítimo, y exigimos el derecho como consumidores a poder elegir alimentos sin estos ingredientes. Pero este derecho de elección se encuentra limitado hoy en día por la forma como se etiquetan los alimentos. Por una parte, porque para saber si un alimento tiene algún ingrediente transgénico hay que fijarse si entre sus ingredientes se encuentra el “almidón modificado genéticamente” y tener una formación especializada en ingredientes alimentarios. Por otra parte, porque no se permite incluir en la etiqueta un aviso que indique “No contiene ingredientes transgénicos” tal como se hace en otros países europeos, y como se hace aquí con otros alimentos que informan que “No contiene aditivos”, “No contiene gluten”, “No contiene grasas trans”, etc. El no permitir que la etiqueta informe de la no presencia de ingredientes transgénicos, lo valoramos como un deseo de las instituciones de facilitar el negocio a la industria alimentaria a costa de no defender el derecho a la información y capacidad de elección de los consumidores.
Suscriben el escrito los representantes de las siguientes Asociaciones:
- Ángel Angulo por la Asociación Landare (Pamplona)
- Xabier Arroyo Moral por la Asociación Bizigai (Bilbao)
- Alex Zubia Berriozabal por la Asociación Lurgozo (Busturialdea)
- Agustín García por la Asociación Marisatsa (Durango)
- Itziar Pou por la Asociación Otarra (Donostia)
- Cristina Díez por la Asociación Bio Alai (Vitoria-Gasteiz)